Y es que los trajes llevan tal carga personal y genética que prestarlos sería como una violación de tu intimidad más absoluta.
Toda clase de fluidos, vello corporal...sangre, sudor y hasta lágrimas pululan por esa segunda piel que tan soportable nos hacen los baños más gélidos del año.
El bienestar que nos proporciona es como para rendir un pequeño homenaje en su nombre y dejar claro que, aunque al final de cada jornada acaben colgados por el cuello, siempre les estaremos profundamente agradecidos...
Va por ustedes...